Palabras escritas desde el corazón para celebrar, conmemorar la festividad de San Valentín, patrón de los enamorados.
Un día singular y particular, diferente a lo cotidiano. Significativo por el noble propósito de hacer un alto en el camino para reflexionar sobre todo lo bueno, maravilloso que tenemos y que tantas veces no vemos por falta de interés, dedicación o tiempo. Un día importante de celebrar para destacar a los que nos quieren, cuidan de nosotros, porque les importamos. Un día para reconocer a los que son dignos de nuestros elogios por sus muchos gestos, palabras, actitudes de cariño; a los que sin dudas ni excusas debemos considerar por cómo nos hacen sentir, por ser merecedores de estima, aprecio y atención por estar ahí, velando por la paz, la seguridad de nuestro estado de ánimo y espíritu.
El 14 de febrero, un día especial por llevar simbolizar el amor, el sentimiento por excelencia que hace presente la afectividad y el sentir. Sentimiento complicado de entender por ser ajeno a la voluntad, por la peculiaridad de su carácter trasformador, hacernos conscientes de lo verdaderamente importante, la práctica del “querer e importar” con empeño y tesón para alcanzar una vida feliz, plena y satisfecha.
Ese amor verdadero tan bien descrito en la Biblia (Corintios13.4-7) “… El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser…”
Ese amor que tan bien nos hace sentir por los valores y actitudes que nos aporta como personas necesitadas de encuentro y unión con otros.
La autenticidad, sinceridad y generosidad, la dedicación, paciencia y esfuerzo, la lealtad y el compromiso son conductas que invitan a construir un futuro juntos favorecen que se establezca la interdependencia, el “Paradigma del Nosotros”, el camino del amor verdadero. El camino que compensa seguir por la sensación placentera que nos aporta, por cómo nos hace sentir, pensar que no estamos solos y que juntos podemos crear algo mejor, más importante y satisfactorio.
Un paradigma de carácter universal, común a todos los seres humanos, esencia del verdadero amor. Significativo por su capacidad de entrelazar dos tipos de conexión complementarias, la física y la espiritual, deseo y pasión de la intimidad con las manifestaciones de entendimiento, complicidad, entusiasmo en el exterior. Un paradigma inalcanzable o inaccesible cuando en el amor se entremezcla conductas egoístas, conductas de engaño, desapego, dejadez o privación de la libertad, conductas enemigas todas ellos del amor que perdura, subsiste por siempre.
Un paradigma que buscamos, consentimos y aceptamos por sus acertadas expectativas de futuro, suposiciones positivas en cuanto a esperanza, ilusión, confianza, autonomía, respeto a la libertad e individualidad de cada uno. Un paradigma del que todos queremos ser cómplices incondicionales por dar vida a la palabra en mayúscula que engrandece el mundo de los afectos y que hace milagros en la relación con el otro, EL AMOR. La palabra mágica que predispone a compartir sueños propios y deseos ajenos, logros e intereses comunes, regalar tiempo de calidad por entender lo que significa la presencia, compañía o constante ayuda del otro.
Un paradigma ilustrativo, revelador en cuanto a la esencia del verdadero amor, la importancia de la intención y compromiso, renuncia y sacrificio para obtener un bien mayor común para los dos.
Dejemos pues que el amor nos proteja de la confusión y el engaño, del pensamiento de que “dar, nada tiene que ver con amar”. Permitamos que nos ilumine para respetar otras formas de pensar, maneras de ser u ofrecer o formas de hacer, que nos ayude para no ser intolerante, posesivo, egoísta o envidioso, que nos conforte para entender la diferencia que existe entre pedir y exigir.