España llora a sus muertos

DRA. ELSA MARTÍ BARCELÓ

¡Este virus nos arrebata a nuestros mayores, el tesoro más grande de nuestra sociedad! El dato de fallecimientos diario por coronavirus ha marcado un hito en esta pandemia. Es lo que ha hecho y sigue haciendo que España, el mundo entero, amanezca triste y desconsolada.

Una marcha, cruel y despiadada, donde lo injusto cobra vida en manifestaciones de ira y enfado y lo justo, el AMOR SOLIDARIO con mayúscula, aflora en nosotros. Es por ello por lo que os invito, a través de este escrito, a explicitar nuestro más sincero reconocimiento a los que se fueron, así como a mostrar y trasladar nuestro máximo cariño y apoyo a los que se quedan, sus familiares. Una manifestación multitudinaria desde el corazón, y que sea recordada como una de las más grandes acaecidas.

El dolor de su marcha es lo que hoy nos une para seguir luchando contra la enfermedad. Enfermedad sobrevenida, no esperada, y que nos ha cogido con la guardia bajada. Enfermedad que nos ha dejado sin defensas, enfermedad que ha supuesto una vía de agua en nuestro estado del bienestar.

Su pérdida nos debe unir bajo una misma bandera, lejos de ideologías, la bandera española con crespón negro. Sin duda, ellos se lo merecen, hoy nuestros valores son sus valores, los que nos enseñaron con su educación. Ellos han sido un referente importante en nuestro crecimiento y desarrollo, los dueños de nuestro corazón y, sin duda, a los que quisimos proteger y a pesar de nuestros cuidados no lo conseguimos, “cuando con el corazón se quiere, con el corazón se habla”. Y es desde el corazón, a ellos, a sus familiares y amigos, a los que les manifestamos nuestro dolor y máximo afecto.

A mí, como hija y médico en ejercicio, me resulta enternecedor el que mis pacientes me hagan partícipe de los sentimientos que experimentan ante la pérdida de sus personas significativas. Me estremece escuchar lo importante que era para ellos tenerlos, sentirlos a su lado, a pesar de su avanzada edad, malas condiciones físicas o mentales. Entiendo y comparto su estado emocional porque yo también he pasado por ello, he vivido la tristeza, pena e impotencia que se experimenta al perder a los seres queridos, aunque en circunstancias muy diferentes. Yo sí pude darles consuelo en sus últimos momentos, despedirme acariciando su mano, llorarles, velarles y dejarles ir, pero ellos no.

Es en ese reproche emocional, en esa inculpación de “no haber podido estar con ellos” donde se experimenta un dolor añadido al del fallecimiento en sí mismo. Pensemos, interioricemos que ellos no han estado solos, se han ido rodeados del cariño y afecto de mis compañeros médicos y sanitarios vocacionales, desconocidos para sus familiares, pero conocidos y amigos para ellos. Ellos han sido sus cómplices en los últimos momentos, los que les han dado soporte para partir sin dolor ni sufrimiento, y el consuelo de que no estaban solos. De verdad os digo ¡Las UCIS y los hospitales han sido los hogares más parecidos a una familia!

Para terminar quiero hacer un especial homenaje a aquellos compañeros médicos y sanitarios de profesión, cuidadores, fallecidos en el cumplimiento de su profesión, aquellos que para mí siempre serán un referente de vocación, del deber cumplido. Aquellos que han ejercido su profesión, en condiciones extenuantes, sin medios de protección adecuados, anteponiendo la salud de sus enfermos a su propia vida, conocedores del riego al que os exponíais y que habéis encontrado la muerte. ¡Qué orgullosos se deben sentir vuestras familias de vosotros, de vuestro altruismo, lealtad y compromiso!

Felicito a las Facultades de Medicina y Hospitales Universitarios por habernos inculcado la medicina como una profesión vocacional, y también agradezco al Colegio Médico de Madrid su apoyo y compromiso en esta brutal crisis sanitaria.