ultracrepidianosDRA. ELSA MARTÍ BARCELÓ

Evaluar la cualidad que nos hace más sabios es lo que hoy me lleva a rendirle tributo. Agradecimiento, porque sin ella no sería lo que soy y justo reconocimiento porque es lo que hoy me permite disfrutar de paz, salud y bienestar.

Estoy haciendo alusión a la cualidad esencial y permanente de la naturaleza del ser humano, la ignorancia. La que despierta el interés del pensamiento por el mundo del <<conocimiento y el saber>> y que solo los necios desprecian.

Personas que hablan de ella en tono despectivo por estar aferradas a la idea equivocada de que la ignorancia no es una cualidad positiva sino negativa, presente solo en algunos. Reacias a asumir la falta de conocimientos porque están convencidas de que lo saben de todo y no necesitan de más. Irrespetuosas e intolerantes por la actitud crítica y despiadada hacia la formación ajena, por su destreza para avergonzar, ridiculizar a personas, acostumbradas a ganar la partida a costa de minimizar la valía del otro, sembrar dudas sobre si la forma de opinar o manera de hacer las cosas de otros es la correcta o la más acertada.

Personas incómodas de tratar por su impulsividad, carácter invasivo, por hablar sin dejar espacio para el dialogo o silencio para la reflexión, impertinentes en su forma de actuar a la hora de corregir, sugerir o dar soluciones. Poco inteligentes por magnificar las limitaciones de aquellos que le rodean y no ser conscientes de la escasez de sus propios recursos o falta de competencias intelectuales, cognitivas y emocionales. Personas carentes de humildad a las que su excesiva soberbia les traiciona, y les impide darse cuenta de su falta de conocimientos y poner remedio alguno. Personas que nos irritan por estar empoderadas por un entorno social o laboral, cuando son los que menos saben.

Los ultracrepidianos, vulgarmente llamados “sabelotodo”, presumen de lo que creen saber y en realidad no saben. Son personas tóxicas y perjudiciales. Subestimar su destreza, habilidad y experiencia para utilizar la ignorancia como instrumento para quitar la autoridad, la capacidad o el buen crédito de la persona con la que se relaciona, es error imperdonable.

Concienciarnos de la importancia que tiene aunar esfuerzos de forma colectiva para mantener a distancia a personas con este perfil, dispuestas por su talante narcisista a sabotear la autoestima y el autoconcepto de aquellos que de buena fe salen a su encuentro. Sensibilizarnos de lo imprescindible que es cuidar el ánimo, la capacidad humana de experimentar emociones y afectos. Asimilar lo nocivos que resultan para la salud y bienestar, al  aflorar sentimiento de inferioridad en personas que les rodean o con quien mantienen relaciones cuando los inferiores son ellos, por utilizar el saber cómo objeto narcisista, para así sentirse mejor y superiores. Tomar conciencia de cómo tratan de cercenar el derecho de los demás a verter sus opiniones y confrontar con ellos, poniendo todo tipo de barreras que posibiliten la argumentación o cómo los juicios de valor son su principal aliado son mis recomendaciones para evitar cometer errores y sufrir futuras complicaciones.

Descubrir el sentido profundo de cómo <<ser o sentirse ignorante>> hace más inteligente a la persona; es de vital importancia. Aprender a ver la ignorancia como la cualidad innata que incita a progresar, desplegar voluntad y esfuerzo en pro del conocimiento y formación, recabar información para dialogar de forma más exacta y rigurosa es claramente una necesidad. La ignorancia y ser conocedores de ella es lo que nos hace progresar. La humildad nos capacita para ser más tolerantes, cercanos y empáticos, evitando dar entrada a humillaciones, desprecios o agravios.

¡Convenzámonos! no existe autorrealización, creatividad, éxito, libertad, gestión de las emociones sin un inicial desconocimiento, sin reconocer que nos limita para así poder trabajarlo. Sin tomar conciencia del peligro que entraña negarnos a reconocer que somos ignorantes porque el conocimiento es infinito.

Entender su significado es lo que nos hace asimilar lo que tantas veces decía Platón “Lo poco que sé, se lo debo a mi ignorancia”.