La doctora Elsa Martí Barceló

En los tiempos en que vivimos, es habitual que la palabra “líder” sea la protagonista de muchas conversaciones. Dicha palabra, su significado o aquel significado que para muchas personas tiene, implica jerarquía y altas dosis de rivalidad y competitividad. No es mi intención referirme a esa acepción de liderazgo, sino al “emocional”, que es mi cometido como médico psicoterapeuta.

Ser un líder emocional, capaz no solo de reconocer y liderar sus emociones, elegir estados emocionales que permitan hacer lo que a uno le agrada o le conforta, sino también capaz de relacionarse de forma adecuada con las emociones ajenas, es de un gran valor para la persona.

Liderazgo emocional implica: capacidad y actitud.

Capacidad para hacer un buen uso de las emociones, aplicar la emoción correcta a cada situación, enseñar a reconocerlas, vivirlas, sentirlas y experimentarlas como algo positivo y no negativo; y actitud o disposición a aprender habilidades o herramientas que permitan dar una respuesta eficaz y adecuada en cada momento, haciendo de estas una aliada y no una adversaria.

Hablar de su carácter innato e universal, explicar que todos las tenemos y todos las sentimos, convencer de que las emociones no tienen género ni son inherentes tan solo a determinadas personas; de que frente a la tristeza, miedo, ira, alegría o vergüenza todos somos capaces de sentir y que lo único que nos diferencia a unos y otros es la respuesta que damos a la hora de vivir y sentir esas emociones, es lo que facilita el camino a educar su respuesta. Una respuesta, por cierto, muy arraigada y condicionada por la cultura socio-familiar en la que hemos crecido y nos hemos desarrollado.

Es importante destacar el papel que juegan y el poder que tienen las emociones a la hora de equilibrar o desequilibrar la balanza de riqueza interior y exterior, satisfacción o insatisfacción. “Lo que nos gustaría ser y somos; lo que nos gustaría hacer y hacemos y, por supuesto, lo que nos gustaría tener y tenemos”; todos sabemos de su influencia a la hora de consolidar un liderazgo personal porque sabemos que las emociones son el motor de la transformación, lo que permite a la persona materializar lo imaginado, dar vida a sueños, deseos y ambiciones; lo que permite crecer, avanzar y desarrollar en sus propósitos de vida y de su importancia a la hora de obtener un liderazgo profesional de éxito, obtener comportamientos efectivos en cuanto a bienestar mental se refiere.

La herramienta clave del liderazgo emocional es el AUTOLENGUAJE, el diálogo interno que mantenemos con nosotros mismos, la forma en que nos hablamos y etiquetamos. Cuidar la comunicación interior es crucial para poder encauzar las emociones de manera favorable. Existe la certeza de que tanto la respuesta emocional como racional influye en la conducta de la persona a la hora de cosechar éxitos o fracasos, de ahí la importancia de empoderar nuestro autolenguaje.

Es una realidad que lo que nos decimos a través del pensamiento influye en nuestro estado emocional y en nuestras conductas… según “pensamos, sentimos, y según sentimos, actuamos”. Por eso, es tan importante etiquetarnos correctamente, basándonos en una identidad o comportamiento positivo. No sentimos ni actuamos de la misma manera si pensamos “soy un inútil para todo” o “soy inútil para determinadas actividades” o “tengo capacidad para ello”. La forma de hablarnos condiciona nuestro comportamiento de manera significativa.

Tener como habilidad una comunicación interior asertiva es consustancial de las personas que se sienten y son líderes emocionales. Es lo que nos permite interiorizar y posteriormente exteriorizar esa forma de pensar y actuar en positivo, fruto de un relato introspectivo “Yo elijo, Yo puedo y Yo consigo”. “Yo triunfo y no fracaso”.